martes, 23 de junio de 2009

LAS AUTORIDADES IRANÍES DEBEN RESPETAR Y POTENCIAR EL DEBATE

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Simpatizantes del candidato reformista se manifiestan en las calles de Teherán en protesta por los resultados de las elecciones presidenciales, Irán, 13 de junio de 2009.

Simpatizantes del candidato reformista se manifiestan en las calles de Teherán en protesta por los resultados de las elecciones presidenciales, Irán, 13 de junio de 2009.

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18 junio 2009

Sean cuales sean sus consecuencias inmediatas, los acontecimientos que se están produciendo estos días en Irán son verdaderamente transcendentales, del mismo modo que los sucesos que el lunes se transmitieron desde Teherán a todo el mundo fueron tan increíbles como imprevistos: cientos de miles de iraníes desfilaron por la Plaza de la Libertad de Teherán para protestar contra lo que, según ellos, fueron unas elecciones robadas. Y volvieron a manifestarse a lo largo de la semana, una vez más de forma masiva y a pesar de la violencia que se desencadenó al final de la manifestación del lunes y de la represión gubernamental contra los medios de comunicación. Tras alcanzar un índice de participación electoral con el que los políticos de la mayoría de los países sólo podrían soñar, el pueblo de Irán está decidido a que se oiga su voz.

Esto puede aplicarse especialmente a quienes se mantuvieron al margen de las últimas elecciones presidenciales de 2005 pero se sintieron alentados por el modo en que los medios de comunicación iraníes informaron sobre la campaña de este año, ocupándose de las cuatro plataformas electorales de los candidatos y retransmitiendo animados debates televisados. De repente, la población –especialmente los jóvenes, que constituyen la mayoría–encontró sentido a la participación y acudió a las urnas. Son precisamente los jóvenes, y entre ellos los estudiantes – que en muchos casos apoyaron a los candidatos de la oposición–, quienes están recibiendo un trato especialmente duro: se han hecho redadas en recintos universitarios de Teherán, Tabriz, Babol, Isfahán y Shiraz, los estudiantes han sido golpeados y, según informes, algunos incluso han sido víctimas de homicidio.

Pero los jóvenes iraníes no son los únicos que se alzan en defensa de sus derechos. Entre quienes abarrotaron las calles destacaban muchas mujeres. La carismática contribución de Zahra Rahnavard contribuyó a dinamizar la campaña electoral de su esposo, Mir Hossein Musavi, el principal rival del actual presidente Ahmadineyad. De hecho, la cuestión de los derechos y la condición de las mujeres ocupó un lugar importante durante la campaña electoral, reflejando lo presentes que han estado estas cuestiones en el debate político gracias a la valentía y resolución de activistas del movimiento de mujeres, como la Campaña por la Igualdad, un movimiento de base que pide la derogación de las leyes que discriminan a las mujeres.

Los derechos de las diversas minorías étnicas de Irán –grupos que en los últimos años han pedido cada vez con mayor insistencia más derechos políticos y culturales– también ocuparon un lugar destacado en las cuestiones a debatir. Dos de los cuatro candidatos podrían considerarse representantes de minorías étnicas concretas; de hecho, al parecer fue el anuncio de las autoridades de que estos dos candidatos no habían alcanzado la mayoría en sus comunidades locales lo que muchas personas consideraron más inverosímil. Se han recibido informes de detenciones en ciudades como Ahvaz, Tabriz y Zahedan, en las que una gran parte de la población está formada por minorías.

El otro aspecto interesante de lo que está ocurriendo en Teherán y otras ciudades de todo Irán es el modo en que las personas están utilizando las redes sociales como una poderosa herramienta de empoderamiento para ejercer su derecho a la libertad de expresión, de forma individual o en manifestaciones masivas. Durante la campaña electoral se utilizaron intensamente sitios web de redes sociales como Facebook y Twitter y envíos de mensajes SMS para movilizar el apoyo a los candidatos, pese a los intentos del gobierno de bloquear el acceso a ellos. Ahora las autoridades están intentando censurar la información sobre la situación que se está produciendo mediante el bloqueo de las transmisiones vía satélite y el acceso a internet, la prohibición de que los periodistas extranjeros informen sobre las manifestaciones, el corte de las líneas telefónicas y el cierre de otras telecomunicaciones, como los mensajes SMS. Sin embargo, los jóvenes activistas iraníes han mostrado su habilidad con la tecnología y hasta el momento han conseguido adelantarse a los censores y hallar modos de eludir los bloqueos para ofrecer información a sus compatriotas y al resto del mundo.

Protestas de esta magnitud no se veían desde la Revolución Islámica de 1979, ya que las celebradas durante los últimos 30 años fueron rápidamente aplastadas por la fuerza. Corresponsales de medios de comunicación en Teherán afirman que las autoridades simplemente no esperaban ver a cientos de miles de personas tomar las calles haciendo caso omiso de todas las amenazas. Les asustó.

Pero no tienen derecho a aplastar la disidencia política utilizando la táctica de la intimidación. Las autoridades tienen la obligación de mantener el orden público, pero deben respetar las normas internacionales sobre la actuación de las fuerzas del orden: un organismo imparcial debe investigar sin demora las muertes de manifestantes en Teherán y en otros lugares.

Y deben darse cuenta de que un debate abierto sobre cuestiones de fundamental importancia para la vida de las personas supone una contribución –y no una amenaza– para los responsables de formular políticas, y que los jóvenes, con su optimismo y energía inagotables, son la fuente de numerosas soluciones futuras para los numerosos y acuciantes problemas que nuestro planeta tiene ante sí. Las autoridades iraníes deben aprender a respetar y potenciar el debate, no intentar eliminarlo. Después de todo, aunque a corto plazo consigan reprimirlo, la toma de conciencia política que se está viviendo ahora en Irán –que cada persona puede influir pacíficamente en el destino de su país– no puede volver fácilmente a verse limitada por el miedo.

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