lunes, 31 de octubre de 2011

La fábula del jugador de fútbol y otros cuentos de terror de Bahréin


La estrella del fútbol local Sayed Mohamad Adnan, refugiado en Australia por temor a su régimen, ejemplifica la amplitud de la represión de la dinastía Al Khalifa contra sus ciudadanos

26.10.2011 · Mónica G. Prieto · (Beirut)
Sayed Mohamed Adnan durante un partido (AP Photo)

Sayed Mohamed Adnan era un niño mimado del deporte bahreiní. La estrella del fútbol local sólo daba alegrías a la población y a su régimen: en sus 79 partidos había marcado 13 goles para el equipo nacional, y en 2009 había sido declarado Futbolista Asiático del Año. Pero caer en desgracia en la dictadura de la dinastía Al Khalifa, en el poder desde 1783, es tan sencillo como pedir libertad. Adnan fue expulsado de su equipo tras ser acusado de organizar a los atletas contra el régimen en las manifestaciones de febrero. Cuando comenzaron a buscarle, decidió alejarse de su país para proteger a su familia. “No me da miedo que me detengan. Mi mujer y mi hijo son felices (aquí). Me siento seguro en Australia”.
En mayo, Adnan pasó de ser una estrella de fútbol a ser un refugiado. Aprovechó un viaje para visitar a sus familiares y decidió quedarse en Brisbane tras ser advertido de que las fuerzas de Seguridad le estaban buscando. Su padre fue detenido e interrogado sobre su paradero, su hermano escapó durante unos meses a Qatar. “Mis compañeros fueron torturados para decir que yo organicé la marcha, tal como le ocurrió a Ali Saeed”, explicó en declaraciones al diario libanés Al Akhbar, en referencia al portero del equipo nacional, obligado a confesar en público.

Un alto oficial de la Seguridad le ha transmitido un mensaje mediante colegas liberados pidiéndole que regrese, pero el futbolista sabe lo que le espera. Posiblemente, lo mismo que a tres atletas internacionales recientemente condenados a 15 años de prisión por “comenzar un incendio destinado a dañar personas o propiedades, destrucción de granjas, robo de material pertenecientes a los granjeros o posesión de explosivos inflamables”, según las autoridades. Lo habitual en tres jugadores internacionales de balommano. Los atletas fueron condenadosjunto a otros 27 manifestantes, en uno de los últimos juicios militares dirigidos por el régimen para aplastar el levantamiento social que exige libertad e igualdad.
La revolución de Bahréin ha sido robada y silenciada por el régimen de los Al Khalifa con la connivencia internacional, y eso alienta la impunidad de sus gobernantes a la hora de acallar toda voz disidente al precio que sea. Las condenas de los tribunales militares contra civiles -1.500 arrestados, 180 condenados por el momento- son cada vez más duras, independientemente de quién sea el acusado. Las críticas de las ONG internacionales son de tal gravedad que las autoridades bahrainíes se han visto obligadas a revisar el proceso contralos 20 médicos y enfermeras condenados el pasado 23 de octubre por cargos como “incitar el odio sectario” o “tratar pacientes según su secta religiosa”, “propagar noticias falsas” o “incitar a la caída del régimen”.

De izq. a dcha: Las doctoras Nada Dhaif, Fatima Haji y la enfermera jefa Rula Saffar en las cercanías de la Corte donde fueron juzgadas el 23 de Octubre de 2011 (AP Photo/Hasan Jamali)
El fiscal se sintió molesto con la apelación del juicio. “Equivale a volver a juzgarlo”, afirmó Ali al Buainain. Pero hay motivos para hacerlo, sobre todo después de que Human Rights Watch entrevistase a siete de los 20 condenados: denunciaron graves abusos en prisión y violaciones de sus derechos más básicos. “El tribunal de apelación debe decisivamente revocar los veredictos injustos y descartar todo cargo políticamente motivado”, afirmó Joe Stork, responsable para Oriente Próximo de HRW y experto en Bahréin. “Las nuevas vistas no pueden contener las alegadas confesiones obligadas”.

Una enfermera en una manifestación (AP Photo)
Los abusos denunciados suenan a conocido en Bahréin. Golpes, patadas, aislamiento, descargas eléctricas, privación de agua y comida, acoso sexual, interrogatorios de más de 12 horas, falta de acceso a abogados… Lo han sufrido desde la elite de la oposición política, condenados muchos de ellos a cadena perpetua, hasta el último manifestante que se sumó a las masivas marchas de febrero y marzo. Amnistía Internacional teme que un grupo de 38 mujeres y siete niñasdetenidas cuando participaban en una protesta el pasado septiembre fuera sometidas a torturas. La represión de las manifestaciones de la mayoría chií, que constituye un 70% de la población pero es discriminada respecto a sus conciudadanos suníes, sigue siendo algo habitual.

(AP Photo)
Resulta irónico que, en los cargos contra los médicos, se les acuse de promover el odio sectario. Lo dice una dictadura sectaria que ha llegado a dinamitar 200 templos chiíes. Y que hace firmar a los estudiantes universitarios un documento donde éstos se comprometen a ser leales a la dictadura y a no implicarse en ningún movimiento político o social, como denunciaba el Centro de Bahréin para los Derechos Humanos. O que concede becas dependiendo de la secta religiosa de los estudiantes.

Un manifestante cubierto de sangre de un compañero caído permanece de pie frente a los carros blindados del ejército de Bahréin. Febrero 2011 (AP Photo)
El sector educativo, históricamente foco de disidencia de los regímenes totalitarios, ha sido otra gran víctima de la represión bahreiní. Según el BCHR, han sido arrestados 78 estudiantes y más de 100 profesores, aunque las cifras podrían ser mucho mayores. Decenas siguen detenidos a la espera de juicios. Hasta 500 fueron expulsados de las aulas por tomar parte de las manifestaciones, si bien muchos fueron readmitidos. Los dirigentes del sindicato de profesores han sido sentenciados a más de 10 años de prisión y siete universitarios lo han sido a 15 años. La situación es tan dramática que han surgido iniciativas internacionales como ésta para reunir firmas y denunciar el acoso al sector educativo.

La activista Zainab al-Khawaja (Hasan Jamali/AP)
Este martes se produjo otra tanda de sentencias. Los acusados eran simples manifestantes de los que exigían igualdad, democracia y el final de la corrupción -40 personas murieron por ello-, pero alguno tan señalado como Wafi al Ahmad, marido de Zainab al Khawaja, destacada activista y valiente hija del más respetado militante por los Derechos Humanos del pequeño archipiélago, Abdulhadi al Khawaja, quien abandonó su trabajo frente a ONG como Amnistía, HRW o Frontline Defenders para consagrarse a la caída del régimen totalitario de Bahréin. Su padre había sido condenado a finales de junio a cadena perpétua, su esposo lo fue ayer a cuatro años de prisión. Tienen un niño de dos años. Zeinab, conocida en Twitter por su pseudónimo @angryarabiya, retransmitió la sentencia por la red social. “El juez del caso es de la familia Al Khalifa, y ha estado sentenciando duramente a muchos presos políticos”, tuiteaba el mismo martes.

La profesora y sindicalista Jalila al-Salman abraza a su hija Hawra Shouqi, 5 años, al ser liberada en agosto tras cinco meses presa por participar en las protestas (AP Photo/Hasan Jamali
El régimen de Manama, aliado privilegiado de Estados Unidos -que mantiene la V Flota anclada en sus aguas- y del todopoderoso Arabia Saudí -que envió tropas para apoyar a la dinastía suní contra los manifestantes desarmados- mantiene total apariencia de normalidad. Ha formado una Comisión de Investigación Independiente para investigar las denuncias de violaciones de Derechos Humanos que acaba de aplazar la presentación de conclusiones ante la avalancha de denuncias, 9.000 para ser exactos. Eso no impide que el Congreso de Estados Unidos “no encuentro motivos” para no rubricar un contrato de venta de armas -incluyen Humvees y misiles- a Bahréin por valor de 53 millones de dólares. Habrán creido al rey Hamad bin Issa al Khalifa cuando afirmó ante la Asamblea General de la ONU que “Bahréin ha logrado a lo largo de su Historia preservar su estatuto espiritual y civilizado, promover la coexistencia y la tolerancia sin negar a ninguna categoría social, grupo o secta su derecho a expresar su opinión”.

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