miércoles, 3 de noviembre de 2010

Los afrodescendientes ya cuentan en Argentina


El Censo 2010 pregunta por primera vez sobre las raíces negras de la población para saldar una deuda histórica con alrededor de dos millones de personas

Los esclavos de la época colonial y sus sucesores tras la independencia sufrieron el “plan sistemático de exterminio y blanqueamiento más exitoso de América”

03.11.2010 / (Argentina)
Un grupo de niños aprende percusión en la escuela del Movimiento Afrocultural de la capital argentina (Movimiento Afrocultural)


¿Ud. o alguna persona de este hogar es afrodescendiente o tiene antepasados de origen afrodescendiente o africano (padre, madre, abuelos/as, bisabuelos/as)? Así reza la sexta pregunta del cuestionario ampliado del Censo nacional de población, hogares y viviendas 2010convocado el miércoles 27 de octubre en la República Argentina. De este modo, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) interpelará, por primera vez en más de un siglo de recuentos oficiales, sobre las raíces negras a una gran parte de la población de uno de los países, junto a Chile, considerado más blanco de Latinoamérica.
Imperativa consecuencia de la adhesión a la declaración final de la Conferencia Mundial contra el Racismo auspiciada por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en la ciudad sudafricana de Durban durante 2001, la pregunta atiende una demanda histórica de las asociaciones de afrodescendientes y, de hecho, el propio Indec, reconoce que pretende saldar “una deuda, de larga data, existente con ciertos sectores de la población de Argentina”, en referencia a similares cuestiones planteadas en anteriores censos a minorías como indígenas o discapacitados. Instituciones oficiales de Perú, Colombia, Ecuador o Venezuela ya interrogaron a la población sobre su origen africano y ahora el organismo argentino dependiente del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas trasladó la pregunta a todos los residentes de los núcleos con menos de 50.000 personas y al 10% en las ciudades con un mayor número de habitantes con el objetivo de obtener “una muestra más que representativa para proyecciones” estadísticas, según el asesor del Indec y secretario general de la asociación África y su Diáspora, Carlos Álvarez.
Un grupo de afrodescendientes durante el II Festival Argentina Negra, celebrado durante septiembre de 2009 en Buenos Aires. (Diana María Betancour/ Revista Quilombo!)

“No se puede ir para atrás, Argentina ya está retrasada con respecto a países del entorno”, subraya Álvarez, educador popular de 34 años y cuarta generación de una familia uruguaya con ascendencia africana, sobre la necesidad de recabar “datos como base para empezar a trabajar” en posteriores y exhaustivos estudios demográficos sobre el colectivo. Y, a continuación, “el segundo paso será exigir al Estado políticas públicas focalizadas en educación, empleo o justicia”. Además de una “reparación moral mediante un pedido de perdón por los cuatro siglos de opresión y la obtención de representatividad política”, añade la presidenta de la Sociedad de Socorros Mutuos Unión Caboverdeana y delegada argentina en la Conferencia de Durban, Miriam Gomes. Precisamente, el antropólogo Alejandro Frigerio recuerda, en un artículo de la revista especializada en cultura afro Quilombo!, que “la población argentina cuyo fenotipo es considerado como perteneciente a la ‘raza negra’ ha sido históricamente estigmatizada, discriminada y, en los últimos cien o ciento cincuenta años, invisibilizada. Visibilizar y colocar a estos individuos como sujetos merecedores de determinadas políticas de acción afirmativa es una cuestión básica de justicia social”.


Y la percepción social comienza con el reflejo en las estadísticas oficiales. Un sondeo piloto realizado por el Indec con financiación del Banco Mundial a lo largo de 2005 en zonas de las provincias de Buenos Aires y Santa Fe situó en una horquilla del 4 al 5% la población con raíces negras, lo que cifraría el número total de afrodescendientes en alrededor de dos millones de argentinos. Sin embargo, allá por 1778, todavía en la época de colonización española, el primer censo elaborado en el Virreinato del Río de la Plata estimó que más de la mitad de la población en zonas de Santiago del Estero (54%) o Catamarca (52%) era negra o mulata y el porcentaje se situaba en casi un tercio (30%) de los habitantes de Buenos Aires (9.600 personas con origen africano frente a 15.700 españoles y 1.200 mestizos e indios), según recuerda un documento elaborado en 2005 por el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi). No en vano, alrededor de 12 millones de personas fueron secuestradas en África y trasladadas hasta América para su utilización en régimen de esclavitud durante la colonización europea y, obviamente, el Virreinato del Río de la Plata no fue una excepción.
Guerras, epidemias, mestizaje y ‘europeización’
“¿Qué pasó con los negros? Es la pregunta más famosa y el secreto mejor guardado de la Argentina”, bromea Miriam Gomes, de 48 años y actual coordinadora de la campaña de sensibilización del Inadi con motivo del Censo 2010 Soy afroargentino. “No desaparecieron, se mimetizaron”, aclara la también profesora de Literatura Latinoamericana en excedencia y descendiente de emigrantes del archipiélago africano de Cabo Verde en primera generación.
Proveniente principalmente de Angola, Congo y Guinea, la población negra resultó diezmada tanto por su reclutamiento a lo largo de las guerras independentistas y fronterizas como por su vulnerabilidad durante las epidemias de fiebre amarilla, pero sobre todo fue desplazada por la promoción oficial de una inmigración europea masiva desde la Constitución Nacional de 1853 y diluida en un proceso natural de mestizaje con la población criolla e indígena. “Fueron el plan sistemático de exterminio y el proyecto político de blanqueamiento más exitosos de toda América”, resume la representante caboverdiana, un colectivo integrado por más de 20.000 personas en Argentina. Aún así, la comunidad se amplió entre finales del siglo XIX y mediados del XX con la emigración procedente de Cabo Verde, por entonces colonia portuguesa, y se acrecentó también en las recientes décadas del cambio de milenio con el desplazamiento de afrodescendientes desde otros países latinoamericanos y de personas provenientes del África subsahariana. La pluralidad de orígenes demuestra que “la diáspora africana está absolutamente representada en Argentina”, por lo que Álvarez insta a “rescatar la diversidad de la propia comunidad porque no todos los afros son iguales como transmite la visión imperialista o colonialista”.
La Sociedad de Socorros Mutuos de la Unión Caboverdeana de Doc Sud organizó la segunda edición del festival junto a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. (Diana María Betancour/ Revista Quilombo!)
En cualquier caso, “el sistema esclavista estableció matrices racistas y estigmatizantes que subsisten de diversas formas hasta la actualidad”, reconoce el informe Hacia un plan nacional contra la discriminación del Inadi, dependiente del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos. Entre diversas cuestiones, peores empleos, viviendas precarias y menor escolaridad, pero el documento recoge también otros tipos de discriminación en los ámbitos laboral (acoso y humillaciones), educativo (planes de estudio parciales), informativo (ocultamiento o exotismo en el tratamiento), policial (persecución y violencia) o sanitario (mayores esperas y desconocimiento de enfermedades). Según Miriam Gomes, “cuesta mucho derribar barreras e instalar el debate ya es un logro de los últimos diez años”, pero se mantiene “una presión social terrible” y, por ejemplo, los jóvenes “apenas acceden a la universidad en un país con educación superior gratuita” o las afrodescendientes sufren una doble discriminación racial y sexual, por negras y por mujeres.
De discriminación sabe bastante María Pocha Lamadrid, fundadora y presidenta de la Fundación África Vive. Agentes policiales y funcionarios migratorios impidieron en 2002 a Pocha Lamadrid embarcar en un vuelo y permaneció detenida en el Aeropuerto de Ezeiza durante ocho horas por un inexistente problema en su pasaporte reforzado con el argumento de que “en Argentina no hay negros”. Desde la década anterior, Lamadrid compaginó empleos como cocinera o limpiadora con su afán para documentar, con el apoyo de organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo y la Fundación Kellogs, la negritud de la sociedad argentina y, a través de un artículo en la prensa, enumeró 21 apellidos para demostrar su pertenencia a la quinta generación de una familia descendiente de una pareja de esclavos y contestar así al presidente Carlos Menem: “Acá están los negros que usted no encuentra en el país”. Vitalista y sonriente a sus 65 años, Pocha Lamadrid admite los avances logrados durante los últimos años, pero considera que “persiste el problema del racismo solapado y falta tiempo para una mayor concienciación afro”. Por tanto, duda sobre el resultado del censo: “Nos borró la historia y nadie contaba nada, había censura en las propias familias porque era como una vergüenza. Hay muchos blancos que son negros pero no les conviene reconocerse. Mi abuela era más negra que vos, me dicen algunos, y la teníamos en el fondo”.
Acción cultural como herramienta política
Efectivamente, “es muy común esconder a la abuela negra en el placard (armario), muchos argentinos no lo saben o no quieren saberlo”, coincide Miriam Gomes en referencia al desconocimiento de la sociedad del país sobre sus orígenes africanos. Tampoco ayuda, en su opinión, la “fragmentación y delicado equilibrio del movimiento negro” en Argentina, inmerso en un periodo de “adolescencia” como refleja el “excesivo hincapié en asuntos culturales o pintorescos con pocos atisbos de compromiso político”. Aunque también apuesta por la necesidad de “una construcción política con una mirada amplia”, Carlos Álvarez prefiere definir la situación actual como la coexistencia de “distintas corrientes” entre las organizaciones afrodescendientes y confía en su próxima unidad alrededor de la federación Diáspora Africana en la Argentina (Diafar), al tiempo que lamenta que la “pésima política interna” del Inadi retrasara la difusión de la campaña de sensibilización para el Censo 2010.
“Es bueno que pregunten sobre la afrodescendencia en el censo, pero el proceso de negación viene desde 1880 y 20 días no son suficientes para compensar”, abunda, por su parte, el secretario general del Movimiento Afrocultural, Yael Martínez. Más exactamente, de apellido oficial Martínez, porque él se identifica con el nombre familiar de raíz africana Bonga. Para Yael Bonga, profesor de capoeira de 24 años y miembro de una familia de afrodescendientes uruguayos radicada en Buenos Aires desde 1983, “la cultura también abarca la política”, siempre que “se mantenga la esencia de las expresiones artísticas y prácticas ancestrales” como reflejo de una “cosmovisión” particular en lugar de “desvirtuarse como producto de consumo para clases medias o espectáculo para agencias de turismo”. Si no olvida, por tanto, la concepción del mundo existente detrás del candombe y el tango o el guiso de mondongo y el asado de achuras, por citar las herencias culturales africanas más conocidas en la música y en la gastronomía argentinas.
Con antecedentes desde 1989, el Movimiento Afrocultural pretende ofrecer una “puerta de acceso al conocimiento y rescate de la identidad” en el seno de la comunidad con raíces negras. Tras su desalojo a mitad del pasado año de la fábrica abandonada que recuperó en la zona de Barracas para vivir y organizar actividades desde 2000, una medida cautelar judicial obligó al Gobierno de la Ciudad Autónoma Buenos Aires a reubicar a la entidad y, hasta el fallo definitivo previsto para finales de noviembre, las clases, muestras, conferencias y exhibiciones se desarrollan ahora en un centro cultural de San Telmo, uno de los barrios porteños con mayor influencia histórica africana junto al vecino Montserrat. “El espacio está bueno y nos sentimos cómodos, pero nos queremos desligar ya de la lucha política y judicial por un lugar para conseguir estabilidad y centrarnos en mejorar las condiciones de vida de la comunidad, gente con escasos recursos pero con riqueza e inquietud cultural”. Yael Bonga finaliza la conversación para iniciar la clase de capoeira en la sede provisional del Movimiento Afrocultural. Afuera, cae la oscuridad sobre las vías adoquinadas y los edificios coloniales del porteño barrio de San Telmo.
Candombe, candombe negro
nostalgia de Buenos Aires
por las calles de San Telmo
viene moviendo la calle
Retumba con sangre y tumba
tarumba de tumba y sangre
grito esclavo del recuerdo
de la vieja Buenos Aires
Azabache (Homero Expósito, 1942)

1 comentario:

Maria dijo...

Que bueno que ya nos reconoscamos "NEGROS"todos