jueves, 4 de noviembre de 2010

Llueve sobre mojado en El Aaiún

Nayem Gareh
La diplomacia marroquí lleva veinte años intentando recabar apoyos a su visión del contencioso saharaui. Y se los ha cargado de un plumazo al asesinar a Nayem Gareh, un adolescente de tan sólo 14 años de edad. El trágico suceso del pasado 24 de octubre podría haberse explicado como un grave error, procediendo a dilucidar responsabilidades y a encausar a los gendarmes o a los militares que hubieran realizado los disparos sobre el automóvil en el que viajaban. Pero lejos de cualquier intento de arrojar luz y taquígrafos sobre el particular, tardó cuarenta y ocho horas en ingeniar una coartada: un Nissan Patrol cargado de armas, decían, un delincuente habitual al volante, otros cinco heridos de gravedad, etcétera, etcétera.
Para colmo, a su familia no sólo le robaron su vida sino el derecho a enterrarle. Lo hicieron sus propios asesinos, en un lugar ignorado, sin duda para que su sepelio no se convirtiera en una nueva manifestación de protesta que sumar a ese campamento de Agdaym Izik, a las puertas de El Aaiún, donde ya veinte mil almas bajo ocho mil lonas exigen justicia sin que hasta ahora hayan ondeado sobre sus lonas banderas independentistas de la República Arabe Saharahui Democrática sino simples demandas de igualdad, migajas de tierra, perspectivas de futuro.
Apenas unas horas después de su asesinato, el muchacho fue enterrado con nocturnidad y alevosía. 
Eso sí, para guardar las formas, al padre medio ciego le llevaron a una remota oficina para que firmara un documento que no pudo leer porque es analfabeto. A cambio de 13.500 euros, renunciaba a cualquier tipo de acción legal contra los gobernantes. La ignorancia es barata y la arrogancia, repugnante.
Hamdi Lembarki
Hamdi Lembarki
En el caso de Nayem Gareh, llueve sobre mojado en el desierto. Cinco años atrás, Hamdi Lembarki fue asesinado a manos de dos policías que inicialmente fueron detenidos y condenados a diez años de prisión por el tribunal de Segunda Instancia en El Aaiun, una pena que fue rebajada a dos años al apelar, por lo que salieron de inmediato en libertad, siendo incorporados al servicio de inmediato.
Ahora, todo indica que ocurrirá lo mismo. La impunidad no es la mejor forma de consolidar un Estado de derecho, formula a la que Marruecos lleva aspirando sin éxito desde que Hassán II adhirió a su país a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, apenas unos años antes de su muerte.
Las balas que acabaron con la vida de Nayem Gareh también han rebotado contra la enésima intentona de desbloquear el proceso de paz, pendiente de un referéndum de autodeterminación que debiera haber tenido lugar en 1993 pero que todavía no se ha convocado. Durante el mes de noviembre que ahora comienza, si la autoridad lo permite y el tiempo no lo impide, marroquíes y polisarios volverán a encontrarse, por tercera vez, en una conferencia promovida en esta ocasión por Christopher Ross, el representante en la zona del Secretario General de la ONU, quien dos semanas atrás recorrió la región para convencer a las partes involucradas de incorporarse de nuevo a una ronda de negociaciones.
El asesinato del niño no fue inocente, pero quizá tampoco fuera casual. Tal vez a alguien le interese que su sangre derramada impida que las personas de buena voluntad, de un lado y otro del conflicto, puedan sentarse a la misma mesa. Tal vez el crimen pretendía que el Frente Polisario rompiera la baraja y no lo ha hecho. Sigue jugando sus cartas y ojalá la historia le reserve, por fin, una buena mano.

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